domingo, 5 de enero de 2014

Tiempo.

"Devora todas las cosas: aves, bestias, plantas y flores. Roe el hierro, muerde el acero y pulveriza la peña compacta. Mata reyes, arruina ciudades y derriba las altas montañas."

El tiempo pasa, y no espera a nadie. Una noche te acuestas dando las buenas noches a alguien, y a la mañana siguiente te levantas queriendo matarlo. Y es así. El tiempo cambia a las personas mucho más de lo que admitiremos jamás. No siempre podemos seguir siendo niños, por muy empeñados que estemos en seguir asustándonos en el tren de la bruja cuando para salir de la atracción necesitamos un bastón. No siempre te echará de menos  esa persona que tú tanto añoras, porque el tiempo pasa para ambos, y por mucho que tú quieras mantener esa unión, el tiempo corta la cuerda, si la otra parte del puente no la aguantan, tú no puedes conseguir que la tuya aguante para siempre.
Tal vez no lo sepan, pero lo que duele no es que el tiempo pase. Lo que duele es vivir en un tiempo donde no dejas que las manecillas del reloj sigan su recorrido, donde te quedas bloqueado, sin poder avanzar, no porque no puedas, sino porque no quieres. Vivir en un tiempo ya vivido, vivir entre recuerdos. Es cierto que hay recuerdos que vale la pena retener pero, no todos son tan buenos o, al menos, cuando el tiempo sigue corriendo, fuera de ellos. Esos recuerdos, que pueden llegar a destruir cada una de las partes de tu sonrisa. Esos recuerdos que quedaron grabados a fuego en tu memoria cual a espina en la yema de un dedo que intentó rozar una bella flor. Tiempos ya vividos que, además, son convertidos en tu energía para la lucha de cada día.

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